Cuando están a punto de cumplirse nueve años de actividad de nuestro proyecto, con el objeto de establecer unos cimientos lo más sólidos y rigurosos posibles para la «Fundación Asimov» en ciernes, hemos considerado necesario y deseable una revisión, actualización y aclaración de algunos conceptos, características y protocolos nucleares que gracias a las experiencias adquiridas a lo largo de estos años de actividad o bien han podido quedar difuminados, o bien han revelado nuevos aspectos y matices a considerar a medida que el proyecto se ha ido desarrollando, asentando y creciendo.
Esta revisión y actualización se puede encontrar en el documento Hacia la fundación. «Proyecto Fundación Asimov»: revisión y actualización de directrices y protocolos (2023), que puede descargarse al final de esta entrada.
Sin embargo, queremos aprovechar la ocasión para poner el foco en un aspecto esencial del conjunto de nuestro proyecto que, en todo este tiempo y en numerosas ocasiones, ha dado lugar a ciertas confusiones y reacciones tanto entre el público como en los propios organismos, entidades y empresas con las que hemos llegado a colaborar hasta la fecha.
El quid que explica estas cuestiones se encuentra en cómo entendemos la divulgación y la educación desde nuestro proyecto, tal y como sintetizamos en el reciente documento antes citado:
*Entendemos la divulgación en su sentido más primario y popularizador, es decir, acercar y hacer accesible y comprensible el conocimiento y el ejercicio intelectual precisamente al gran público no especializado y sin referencias y/o formación previas, lo que nos lleva a centrar la mayor parte de nuestros esfuerzos en abonar el tejido cultural de base del modo más didáctico que nos sea posible.
**Entendemos la educación en el sentido y las funciones definidos en los anales de nuestra civilización, aquellos orientados al cultivo y el ejercicio de las capacidades humanas para el desarrollo y el perfeccionamiento del propio ser humano, dotándolo así de las aptitudes necesarias para el autoaprendizaje. Es decir, no nos referimos a la educación en su sentido instrumental de transmisión de información, o de unos conocimientos, valores, tradiciones, ideologías, y/o doctrinas específicos.
Y de estos dos aspectos, hemos considerado valioso tratar de exponer aquí los fundamentos del tipo de divulgación que venimos desarrollando en los sucesivos proyectos culturales que nuestro colectivo ha desarrollado a lo largo de casi tres décadas, un tipo de divulgación para el que acuñamos la expresión «divulgación pop» (Periódico Satélite. Nº 4. Junio 2010).
¿A qué nos referimos con «divulgación pop»? – #DivulgaciónPop
Como sabemos, «Pop es un término inglés que deriva de popular. Se trata de un adjetivo que se aplica al arte, sobre todo al musical, orientado al consumo masivo gracias a sus características. Por lo general, las creaciones pop son simples y superficiales, lo que permite una asimilación inmediata por parte de las personas».
Teniendo esto en mente, nuestro colectivo estuvo dedicado a otro proyecto divulgativo, predecesor directo del «Proyecto Fundación Asimov»: el proyecto «Satélite» (2009 – 2011). Se trataba de un periódico de gran tirada (una media de 10.000 ejemplares por número) que se repartía gratuitamente en las salidas de metro. La particularidad de aquella publicación es que era un periódico de divulgación científica pero destinada a un público que no contaba con ningún tipo de formación científica específica. En la editorial del primer número del periódico «Satélite» exponíamos los fundamentos de la «divulgación pop», los motivos y el enfoque del tipo de divulgación que queríamos hacer, fundamentos sobre los que se asienta el grueso de actividad del actual «Proyecto Fundación Asimov» y que aquí reproducimos:
Periódico «Satélite». Nº 1. Diciembre de 2009 – Editorial:
«Seguramente, en más de una ocasión habrán tenido la impresión, o la certeza según el caso, de que en el mundo en el que vivimos están pasando muchas cosas, cambiando muchas cosas, muy deprisa, y no siempre de la forma y en la dirección que uno pueda creer más conveniente. Puede que en algún momento, incluso, les haya asaltado la angustiosa sensación de sentirse perdidos, descolocados, confusos, de que nada tiene sentido, de que adónde vamos a ir a parar… Y no es para menos, la verdad.
De unos años a esta parte, los ciudadanos de a pie nos hemos encontrado con que en nuestros medios de comunicación favoritos se han instalado una serie de noticias referentes a determinados logros científicos y tecnológicos cuyos nombres nos recuerdan, en muchos casos, a los relatos clásicos del género de la ciencia ficción. Nos hablan de células madre, genes, superordenadores, alimentos transgénicos, nanobots, globalización, inteligencia artificial, estaciones orbitales, cambios climáticos, fabulosos inventos, temibles virus… Para el común de los mortales, que ya tenemos bastantes cosas en las que pensar para salir adelante en el día a día, todo ese lenguaje nos resulta desconocido, nos queda lejos y, confesémoslo, a parte de quedarnos boquiabiertos durante un momento, no solemos prestarle más atención, en el mejor de los casos, que la justa para no pasar por personas desinformadas, lo cual no implica, ni muchos menos, que hayamos entendido una palabra de lo que acabamos de ver o escuchar. Este estado de cosas –muy habitual en otros tantísimos temas, por otra parte–, no tendría más importancia de la que tiene si no fuera porque, en este caso, todos esos avances científicos y tecnológicos, todo esa información, todo ese conocimiento que recorre nuestro planeta a ritmos vertiginosos, están cambiando a toda velocidad multitud de aspectos del mundo en el que vivimos: nuestras costumbres, nuestros modos de trabajar, de vivir… El mundo que aprenden nuestros hijos, cada vez se parece menos al que nosotros aprendimos. El futuro se nos echa encima y no sabemos por donde cogerlo. Las personas necesitamos entender, de algún modo, en qué mundo vivimos, qué pasa a nuestro alrededor, si no ¿cómo vamos a dirigir nuestros pasos, cómo vamos a saber qué tenemos que hacer, cómo vamos a decidir lo que más nos conviene, tanto a nivel individual como a nivel de toda la especie humana? Es más, ¿cómo vamos a evitar que nos engañen? Definitivamente, necesitamos entender. Y no entendemos. Algo habrá que hacer.
Ciertamente, podemos encontrar en los quioscos, en las librerías, en la televisión, en la radio, en la prensa, el fruto de aquellos –aún pocos– que, siendo conscientes de tal necesidad, ponen su esfuerzo en difundir, en divulgar la información y el conocimiento. Sin embargo, y a pesar de ese esfuerzo, la necesidad persiste. Seguimos sin entender. En una reciente entrevista, Manuel Toharia, aquel «hombre del tiempo de los telediarios», con treinta libros de divulgación a sus espaldas –entre otros muchos trabajos orientados a la divulgación científica– resumía con claridad la cuestión: «Hay dos problemas fundamentales. El primero es la enorme dificultad que plantean el lenguaje y el método científico para la terminología cotidiana que usa la gente, que no es capaz de llegar a entenderlo. El segundo es la tremenda incultura científica de la sociedad; la ciencia ha avanzado tantísimo en los últimos años que las personas no han sido capaces de seguir el ritmo.» «La información no es mala, el problema es que no es entendida por la sociedad.»
Y aquí es donde entramos nosotros, una modesta asociación cultural nacida de la convicción de que necesitamos entender; convencidos de que, para entender, no basta con divulgar la información: hay que explicarla. Y hay que explicarla, empezando por la A para llegar, algún día, a la Z; con la sencillez y la claridad que sean posibles para que la entienda todo el mundo. Con este empeño en mente, esperamos que académicos y eruditos nos disculpen de antemano, pues prescindiremos a conciencia de tecnicismos, incluso de cierto grado de precisión, si ello fuera necesario, en favor de que lo que aquí se explique resulte claro y comprensible para la gran mayoría.
Aquí va, pues, con toda nuestra ilusión, nuestro granito de arena. El resto depende de cada uno de ustedes».
No debería ser necesario remarcar que con nuestro planteamiento no se pretende, en lo más mínimo, desmerecer ningún otro tipo de divulgación (toda divulgación es poca y necesaria, sea del tipo que sea), ni formato y/o enfoque de actividades culturales, sino reafirmar una labor «de puente» que consideramos necesaria para ejercitar las capacidades del intelecto y cultivar y abonar el nivel cultural de base de un espectro de población lo más amplio posible. Es el carácter de esta labor lo que explica que, en ocasiones, nuestras iniciativas y líneas de actividad no se ajusten o coincidan con el tipo y el enfoque de las «tendencias» de las corrientes culturales más comerciales, intelectuales y/o sociopolíticas del momento; o que no aparezcamos en los programas de eventos, festivales, actividades y foros especializados, salvo que hayamos sido invitados específica y precisamente por la naturaleza y el carácter de nuestro proyecto, de nuestras iniciativas y de nuestras actividades.
Esperando haber contribuido a la claridad de uno de los pilares de nuestro proyecto, queremos agradecer, como siempre, toda la atención, el soporte y la colaboración que se nos presta, sin la cual todo esto no sería posible.
El viaje continúa…