«¿Un poquito de diversidad?»: notas para la conferencia de la Science Fiction Research Association

Traducción del artículo del académico estadounidense de los medios de comunicación Henry Jenkins sobre la cultura fan (fandom), una de sus áreas de investigación, con motivo del galardón otorgado al autor por la  Science Fiction Research Association en 2014.


A principios de verano, me otorgaron el Pilgrim Award de la Science Fiction Research Association a «toda una vida de contribuciones a la ciencia ficción y a la ficción especulativa». Supe de tal honor demasiado tarde como para asistir, pero les envié las siguientes notas sobre los temas clave de la conferencia: recuperar las voces marginadas en la ciencia ficción y en el fandom. En mi mejor imitación de los Monty Python, mi primera reacción fue «no estoy muerto», pero, por lo demás, me sentí muy honrado. Dichas notas fueron publicadas en el boletín de verano de la organización, pero me gustaría compartirlas aquí, ya que, en la entrega de premios, se hizo especial mención de este blog y de la comunidad que lo frecuenta. Lo que sigue son algunas  reflexiones propias sobre dónde estamos y el camino que hemos de recorrer como ámbito relacionado con las políticas de diversidad en lo que al estudio del fandom y del género del entretenimiento se refiere.

Me sentí muy honrado cuando supe que su organización, la Science Fiction Research Association, me había concedido el Pioneer Award de 2014. Siento no poder acudir personalmente a  recoger el  premio. En unos días, tengo previsto realizar un largo viaje a la India y a Indonesia. Estaba ya organizado desde hace tiempo, y no me ha sido posible cambiar de planes. Pero espero poder asistir en el futuro a otra conferencia y, a ser posible, pasar un rato con muchos de ustedes para  aprender más sobre las investigaciones que realizan. Así pues, en primer lugar, déjenme darles las gracias. Pero, en segundo lugar, déjenme incitarlos un poco con el propósito de desarrollar los temas que han elegido para la conferencia de este año.

La ciencia ficción en particular, el género de ficción en general y el fandom por encima de todo han sido grandes influencias en mi forma de pensar desde que era niño. Siguen siendo fuentes de inspiración para mí, y estoy seguro de que también lo son para quienes asisten a esta conferencia. Crecí en el segregado sur. Fui a escuelas segregadas y acudí a una iglesia segregada. Cuando me encontraba con diferencias raciales y culturales, era en Star Trek, con su tripulación multicultural y multiplanetaria. Me las encontraba en las formas de vida alienígena en las páginas de las novelas de ciencia ficción. Y me las encontraba en Lt. Jeff Long, el astronauta negro que Mattel incluyó, causando polémica, en su línea de juguetes Major Matt Mason.

Las narraciones de ese período, podríamos decir ahora, eran dolorosamente deficientes,  incapaces de imaginar un mundo que no estuviera dominado por el hombre blanco; incapaces de imaginar una galaxia donde el ser humano no fuera lo mejor que pudiera existir y donde ser estadounidense no fuera la máxima expresión del ser humano. Aún así, a pesar de (o, quizás, debido a) esos límites… como la ciencia ficción creaba expectativas que no podía satisfacer… mis experiencias como fan de este género se centraron en abrir mi mente a las experiencias de otros. La Primera Directiva de Star Trek fue quizás la más poderosa, porque nos proporcionaba vocabulario para criticar todas aquellas veces que Kirk trató de alterar o derrocar otras culturas porque no confirmaban sus profundamente arraigados valores y normas. Hablar sobre la serie y criticarla con otros seguidores agudizó mi sentido de la justicia social y me obligó a cuestionar las cosas que observaba en el mundo que me rodeaba.

Desde el principio, la ciencia ficción se diseñó para ser provocativa, una incitación a la reflexión y al diálogo sobre la naturaleza del cambio, ya sea entendido en términos tecnológicos o culturales. En cada paso que daban, los escritores de ciencia ficción incitaban a los lectores a cuestionarse algunas preguntas fundamentales sobre quiénes somos y en qué clase de mundo queremos vivir: preguntas que han inspirado movimientos políticos y que han constituido investigaciones académicas en muchas disciplinas. Hace poco me llamó la atención el debate de Michael Saler en AS IF acerca del primer fandom de la ciencia ficción, entendido como una «esfera pública de la imaginación», a saber: un espacio donde los fans podían especular y preguntar a partir de sus experiencias, en el que los participantes tenían libertad para considerar y debatir alternativas que podrían ser indecibles e impensables bajo otras circunstancias. La literatura y el arte de la ciencia ficción proporcionaron recursos para sopesar otras posibilidades y el fandom aportó un espacio social donde personas con distintos orígenes podía intercambiar percepciones y experiencias entre ellos.

Mi frase «un poquito de diversidad» pretende reflejar lo que considero el tema central de la convención de este año: el intento de recuperar las historias de ciencia ficción reprimidas y marginadas, para aceptar tanto las exclusiones como las incorporaciones que han dado forma a la historia de la ciencia ficción como género y del fandom como fenómeno social/cultural. Las historias de la cultura de la ciencia ficción, que hemos heredado de First Fandom, han acentuado el papel desempeñado por los hombres blancos que pertenecían a élites educativas y tecnológicas determinadas, al tiempo que nos recuerdan la función de las minorías étnicas y, en concreto, de jóvenes que eran la primera o segunda generación de inmigrantes (personas con nombres como Schwartz y Asimov), que formaron las culturas de la ciencia ficción. Samuel R. Delany ha escrito sobre las tradiciones «judeo-liberales» que conformaron la primera cultura de aficionados. Y, sin embargo, también sabemos que no fueron los únicos que se aficionaron a las ficciones especulativas.

Si el fandom de la ciencia ficción constituyó una esfera pública de la imaginación, solo podemos suponer que hubo múltiples esferas clandestinas donde esas mismas ideas fueron debatidas por aquellos que no habrían sido bienvenidos en las World Science Fiction Conventions de los años 50 y 60. ¿Dónde estaban las «catacumbas» de la ciencia ficción? Los últimos trabajos sobre afrofuturismo nos han ayudado a identificar los recursos de la ciencia ficción que se abrieron paso en otras formas de representación y que se convirtieron en instrumentos para la supervivencia de la comunidad negra, pero necesitamos saber mucho más sobre qué han significado esos mismos procesos para las comunidades asiático-americana, latina, las naciones originarias de Canadá y los musulmanes estadounidenses durante el siglo xx. Y debemos recordar que la ciencia ficción ha constituido un discurso global, abordando reiteradamente el proceso de globalización y la explotación colonial, y desempeñando un papel activo en el fomento de las identidades poscoloniales.

Estamos empezando a encajar algunas historias fragmentadas sobre el papel que el fandom de la ciencia ficción ha desempeñado para las fans (y los conflictos a los que se han enfrentado cuando intentaron entrar en ese club prácticamente exclusivo para hombres y a los que se siguen enfrentando ahora que ya lo han conseguido). Para mí, esta historia adquiere nueva intensidad al observar cómo algunas ramas del fandom (como Sad Puppies o Gamergate) siguen respondiendo de manera agresiva ante los esfuerzos para diversificarse e incluir a otros cuyas historias y perspectivas importan. Cuando vemos la intensidad de algunas de las luchas de hoy en día, apreciamos de nuevo a lo que se enfrentaron aquellas fans feministas de la primera generación. Los estudios sobre el fandom nacieron, en muchos sentidos, a partir de esas guerras de género y, desde el principio, han recibido la inspiración de los estudios feministas (ya sean los trabajos de teóricos culturales como Janice Radway y Angela McRobbie, o las obras de profesionales de la ciencia ficción, como Joanna Russ). La fanfiction se entiende como una forma de escritura de mujeres; estas historias a menudo se leen como contranarrativas que se aprovechan de las convenciones de ciencia ficción o de otros géneros para contar historias marginales. Y los estudios del fandom no tardaron en aceptar esas perspectivas de la teoría queer y en comprometerse con lo que las formas alternativas de producción y recepción del fandom significaban para la comunidad LGBT. Todavía nos queda mucho que aprender de profundizar más en los fanzines originales que incluían algunos de los primeros ensayos sobre la defensa de los derechos homosexuales en Estados Unidos, de observar cómo los fans respondieron a las identidades transexuales de James Tiptree, de cómo organizaciones como los Gaylaxians defendieron a los personajes queer a bordo del Enterprise, y de examinar cómo los fans del slash fueron inducidos por sus fantasías a participar en las luchas en torno al «No preguntes, no lo cuentes» (en inglés, «don’t ask, don’t tell») y el matrimonio igualitario.

Pero el pecado original de los estudios del fandom fue su silencio sobre la raza. Aquellos de nosotros que fuimos pioneros en dicha materia obviábamos demasiado a menudo la raza y la clase social, para centrarnos en el género, la sexualidad y la generación. Como queríamos validar unas formas de producción y práctica cultural que fueran significativas para nosotros, descuidamos la estrechez en la constitución de nuestras propias filas y que deberíamos haber hecho mucho más para validar formas de cultura que fueran significativas para una población más diversa. Por mucho que nos pudiéramos sentir a veces como marginados en nuestras propias vidas, todavía teníamos una posición privilegiada para ayudar a informar sobre qué tipos de producción y recepción cultural prevalecían en un contexto académico. Nosotros, los pioneros, tenemos mucho de lo que responsabilizarnos, pero no podemos permitirnos revolcarnos en el remordimiento de los privilegiados.

Hoy en día trabajamos en la cuestión de la raza, y el fandom adquiere más importancia a medida que nos enfrentamos a la realidad nefasta, incluso fatal, de nuestra época (representada en los acontecimientos ocurridos en Ferguson, Baltimore, Charleston y quizás en otra ciudad mientras leen estas líneas). Durante el proceso, hemos visto el poder que tienen las redes sociales de fusionar comunidades y difundir críticas a la policía y las nuevas reacciones de los medios de comunicación hacia la violencia racial en Estados Unidos. En el próximo libro de nuestro equipo de trabajo de la Media, Activism & Participatory Politics de la University of Southern California, titulado By Any Media Necessary: The New Activism of American Youth, hablamos sobre la imaginación cívica. Antes de poder cambiar el mundo, hay que imaginar cómo serán las alternativas. Tenemos que comprendernos como representantes cívicos y políticos que somos. Tenemos que ser capaces de asimilar las experiencias y perspectivas de personas diferentes a nosotros. Y tenemos que imaginar las medidas concretas que podríamos tomar para cambiar el mundo. Hemos descubierto que los jóvenes norteamericanos rechazan el discurso político tradicional por ser selectivo y partidista, y que buscan inspiración en la cultura popular, entre los cuales están los textos de ciencia ficción y fantasía, ya que hacen concesiones a su imaginación cívica colectiva.

Hemos visto al género del entretenimiento convertirse una vez más en un espacio donde pueden tener lugar diálogos vitales: un espacio donde podemos imaginar futuros raciales alternativos en Estados Unidos, donde podemos reescribir guiones con jerarquías integradas de raza y género y donde podemos volver a imaginar quién será el héroe y cómo será representado en las narraciones populares. Hay ejemplos que muestran que el fandom puede ser tan intolerante como cualquier otro sector de nuestra sociedad, a pesar de la histórica aceptación del «infinita diversidad en infinitas combinaciones» (como podrían haber dicho los fans del Star Trek de los años 60). Pero también hemos observado que el fandom es un lugar donde pueden surgir representaciones alternativas y desarrollarse distintos tipos de diálogos, basados en pasiones e intereses compartidos.

Así como nosotros criticamos los fracasos de la ciencia ficción al intentar alcanzar estos ideales, necesitamos defender esas prácticas que han demostrado ser productivas a la hora de generar nuevas visiones para el futuro de las relaciones raciales. Como investigadores, tenemos que estar ahí cuando las fans feministas dibujen otra vez las portadas de los cómics de superhéroes para desafiar las ilustraciones hipersexualizadas de las protagonistas como parte del Hawkeye Project. Tenemos que estar ahí cuando los fans acepten a una chica paquistaní y norteamericana como Ms. Marvel o cuando debatan si pueden aceptar un Spiderman o una Antorcha Humana negros. Tenemos que estar ahí cuando los fans activistas incorporen su imaginación cívica a historias como las de Harry Potter, El hombre de acero o Los juegos del hambre, como medios de la lucha por los derechos humanos, la reforma de la inmigración o los salarios justos. Tenemos que estar ahí cuando Racebending desafíe la tradición del reparto entre blancos en la industria del entretenimiento, ya que los personajes minoritarios a menudo cambian de color cuando los relatos se llevan a la pantalla; y cuando las mujeres en la San Diego Comic-Con reivindiquen el «Prohibido el cosplay» (en inglés, «Cosplay is Not Consent»). Y tenemos que mirar con más atención las formas con las que experimenta la fanfiction: a veces son dolorosas a la vista y otras nos dan esperanza, pues demuestran que se pueden contar historias de otro tipo. A medida que observamos y documentamos estos nuevos progresos en la ciencia ficción y en los géneros narrativos, debemos situarlos en un contexto histórico mayor. Para ello, será necesario volver atrás y recuperar historias y revisar textos que fueron abandonados por las generaciones anteriores de fans e investigadores.

Como aficionados de la ciencia ficción, sabemos que la tecnología no será nuestra salvadora en esas luchas, que lo que importa son las decisiones humanas que tomamos como respuesta a las posibilidades de las nuevas plataformas mediáticas. Un tema fundamental que he expuesto en mi propio trabajo ha sido la forma en que un número cada vez mayor de personas de todo el mundo, que experimentan una expansión de sus capacidades comunicativas, usan esas plataformas y herramientas para reivindicar un papel mucho más activo en la creación de producción y circulación cultural. Suelo hablar sobre dichos movimientos en términos de cultura participativa, pero cada vez es más evidente que esas oportunidades están distribuidas de manera desigual y que son muchos los que se quedan atrás… Así, cobra más sentido no solo describir, sino también defender, una cultura más participativa.

Estudiar el fandom nos proporciona una vía hacia la comprensión de cómo el poder popular podría cambiar el mundo. El fandom de la ciencia ficción tiene una larga historia de comunicaciones en la red y de comunidades que se unen y hacen intercambios a larga distancia sobre intereses en común. Por consiguiente, estudiar el fandom de la ciencia ficción constituye un punto de partida para debatir cómo se forman los programas culturales y las comunidades y cómo el público se moviliza en la era de la web 2.0. Gran parte de las presiones para conseguir unas representaciones más diversas en el entretenimiento comercial vienen impulsadas por los fans, quienes también fomentan las críticas de los mecanismos por los cuales las empresas digitales explotan el trabajo creativo de sus participantes.

Quienes critican este trabajo sobre las culturas participativas y los nuevos medios de comunicación a menudo nos rechazan como si nos dedicáramos a la pura especulación; describen nuestras aportaciones como «ciencia ficción simple». Sin embargo, las personas de esta sala conocen muy bien el poder que otorga recurrir tanto a la imaginación utópica como la distópica. Las mejores distopías de la ciencia ficción suelen incluir ejemplos de los tipos de resistencia al poder que se podrían dar. Y las mejores utopías de la ciencia ficción suelen incluir indicios de la realidad actual en las que se basan. Al considerar cómo sería una cultura más democrática y abierta, los elementos teóricos que utilizamos tienen que hacer lo que siempre se le ha dado bien a la ciencia ficción. Ir más allá de lo conocido. Prever implicaciones de tendencias actuales. Alertar sobre peligros. Promover oportunidades. Y, sobre todo, ayudarnos a valorar la naturaleza del propio cambio.

Parte de este trabajo ya se ha hecho realidad, sin duda, por los que asisten a esta conferencia: muchos son estudiantes de posgrado y los han contratado como docentes en prácticas; buscan una oportunidad para que sus voces se oigan en las conversaciones académicas. Aquellos de nosotros que estamos más asentados tenemos que asegurarnos de que esas voces emergentes sean escuchadas. Hay que apoyar sus investigaciones y garantizar que se publiquen. Y hemos de incorporar estos conocimientos a nuestras propias enseñanzas e investigaciones.

Me motiva ver que su organización ha nombrado algunas de estas cuestiones como interés principal para el evento de este año. Ojalá pudiera estar ahí en persona para participar a fondo en esos debates esenciales. Espero oír hablar mucho más sobre este tipo de investigación en el futuro. En resumidas cuentas: las personas que estudian la ciencia ficción tienen que ir, sin miedo, donde nadie más ha ido antes.

Una vez más, gracias por este honor.


Fuente del original: Blog oficial del autor «Confessions of an Aca-Fan» (19 de agosto de 2015)

Traducción de Carla Bataller para la Fundación Asimov