Necesitamos mejores futuros.
No un futuro mejor, no. Futuros. En plural. Ya sé que según la teoría cuántica todos los futuros son una posibilidad en estado de fluctuación hasta que se precipitan y queda fijado en forma de presente, pero no me refiero a eso.
Me refiero a los futuros que podemos disfrutar aquí y ahora. A los que podemos proyectar nuestras esperanzas y temores, nuestros prejuicios y convicciones. A los que podemos llegar sin más máquina del tiempo que nuestra imaginación. Y quizá un libro.
Hace un tiempo que nuestros futuros no son lo que eran. O mejor dicho, nuestra concepción del futuro ha pasado a estar dominada por imágenes tétricas, miedos, pesadillas, desengaños y una gran dosis de cinismo. El futuro que nos brinda hoy la literatura y el cine de ciencia ficción no es un lugar al que apetezca correr.
¿Cómo ha pasado un género en origen optimista, diría que arrogantemente confiado en la capacidad humana para superarse y progresar, a estar petrificado por el temor a ese mismo mañana que antes entusiasmaba? ¿Por qué la distopía se ha apropiado de la imaginación de nuestros futuristas? ¿Por qué dónde antes soñábamos con exploración espacial ahora vemos sobrepoblación y catástrofe ecológica? ¿Por qué dónde imaginábamos el fin de las guerras, las enfermedades y el hambre ahora sólo pensamos en epidemias, sublevaciones de robots y corporaciones totalitarias?
En definitiva, ¿por qué lleva tanto entre nosotros el ciberpunk y por qué no nos hemos sacudido de encima el pesimismo que cayó como una losa a finales de los 70 sobre el género?
Sí, necesitamos mejores futuros. Que nos inspiren y nos animen a caminar hacia ellos, en vez de conformarnos con el presente que tenemos.
Es con esa idea que desde el proyecto Fundación Asimov lanzamos el pasado 12 de noviembre el Decálogo Pragma, con el ánimo de estimular este cambio.
Y aunque nos gustaría pensar que somos más perceptivos que la mayoría, lo cierto es que no somos los únicos que han notado este estancamiento y buscan llevar la innovación a un género que amamos y nos hace pasar grandes ratos, pero que también debería estar en vanguardia de la producción de nuevas ideas en vez de repetir ad infinitum las fórmulas y conceptos ya conocidos. Todos amamos Blade Runner, pero ¿de verdad vamos a repetir los hallazgos de Ridley Scott treinta y cinco años después?
Sirva de muestra de esa inquietud por encontrar la próxima gran innovación el artículo de Jay Owens para la revista How we get to Next que hemos traducido para el público hispanohablante.
En él encontraréis algunas de las sugerencias más interesantes sobre los derroteros que puede tomar la ciencia ficción en el futuro próximo y seguro que percibiréis, como nosotros, el anhelo por llevar el género a otras coordenadas.
Esperamos que lo disfrutéis. – Juan Miguel de la Torre
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Traducción del artículo Exploring the Future Beyond Cyberpunk’s Neon and Noir, de Jay Owens, publicado el 17 de octubre de 2018 en el magazine Next (Medium.com).
El Cyberpunk ha sido la imaginería por defecto del futuro durante un período sorprendentemente largo; el relato corto de Bruce Bethke con ese título tiene 35 años y la película Blade Runner de Ridley Scott fue estrenada en 1982. Necesitamos algunas palabras nuevas para lo que venga a continuación.
Así que lancé una pregunta en Twitter, pidiendo a aficionados, autores y futuristas que conozco que compartieran lo que veían que estaba pasando en la escritura especulativa alrededor del mundo y (a menudo) fuera de la angloesfera. Estas visiones son, en definitiva, reflejos de dónde cree la gente que el mundo se encamina, y el ciberpunk no es la única visión que el mundo tiene que ofrecer; de hecho, nunca lo fue.
¿Qué microgéneros están emergiendo, y qué tendencias y temas describen mejor cómo los creadores están imaginando el futuro? Aquí hay nueve sugerencias.
1.- Ciencia ficción china y chaohuan, lo “ultra-irreal”
Una ola de ficción china ha alcanzado la angloesfera en los últimos cinco años o así –una gran parte de ella a través del excelente trabajo de traducción de Ken Liu– y ha recogido muchos de los grandes premios del género.
Pero, ¿por qué están los autores chinos y taiwaneses escribiendo ciencia ficción, y por qué están tocando nervio como lo hacen? “La literatura realista a menudo no puede mantener el ritmo del cambio que China está experimentando”, escribe Alec Ash, un escritor que vive en Pekín, en The New York Review Of Books. En un artículo de 2016 para New England Review, el escritor Ning Ken coincide: “Es como si el tiempo en China se hubiese comprimido”.
Ning acuñó el término chaohuan, o “ultra-irreal”, en el mismo artículo (disponible en Lithub bajo el encabezado Modern China is so Crazy It Needs a New Literary Genre –La China moderna está tan loca que necesita un nuevo género literario). Describe el chaohuan como una aceleración china del realismo mágico latinoamericano: el chaouhuan busca captar una realidad china que es a menudo más extraña que la ficción y en la que “no hay nada que no puedas conseguir si tienes poder”.
El chaouhan tiene cuatro características:
– Aborda el presente y “los asuntos sociales que son los temas más calientes de la discusión popular del momento”.
– “Es filosóficamente especulativo”, evitando la crítica directa de la situación actual en China y usando en su lugar paradojas e incertidumbres.
– “Tiene la cualidad de una fábula o alegoría” porque “una manera de dar libertad a la ficción es mantener una cualidad ‘fabulosa’ ”.
– Se arriesga con la forma: lo ultra-irreal es “un punto de vista complejo” y esto tiene que verse reflejado en el tipo de escritura que produce.
El lector occidental, anglófono, puede notar una cierta sinuosidad en estos principios. Esto es políticamente necesario. Como Isaac Stone Fish señala en un artículo de Foreign Policy sobre la ficción apocalíptica, “en China es demasiado sensible, para el Partido Comunista, ser criticado incluso de forma implícita”. Cita al autor Liu Cixin, que le cuenta que “destruir el mundo está bien”. Destruir China, en cambio, no lo está.
Esto no quiere decir que el chaouhan tema ser provocativo. Como Ash argumenta en The New York Review of Books:
La nueva ciencia ficción es ahora en muchos aspectos el más punzante modo de comentario social y político en China. Largo tiempo denostada y marginada por el establishment literario de China, ha pasado desapercibida para los censores que vigilan celosamente la ficción realista.
Y mientras gran parte del género sigue siendo entretenimiento escapista para el excedente de estudiantes de ingeniería de la nación, sus practicantes más literarios han reclamado su puesto en la vanguardia de la introspección nacional de China. Lo están usando como un caballo de Troya para colar verdades oblicuamente, ofreciendo, no confortables lugares comunes, sino retorcidas visiones de aquello en lo que la China moderna se ha convertido.
Qué leer:
Han Song, 2066: Red Star Over America (2000). Han Song, un periodista de la Agencia de Noticias Xinhua, famoso por haber dicho que las notas de prensa que escribe durante el día son más “cientificcionales” que la ciencia ficción que escribe por la noche –una actitud muy chaohuan. En 2066, en un mundo sinocéntrico, una delegación de jugadores de Go visita una América caótica y en colapso, tambaleándose tras un ataque terrorista en el World Trade Center. Cualquier paralelismo con la Revolución Cultural de 100 años antes es suficientemente sutil para ser denegable.
Liu Cixin, El problema de los tres cuerpos (2008, primera edición en inglés 2014). Realmente épica – el anterior presidente de los Estados Unidos, Barack Obama dijo que era “divertida de leer, en parte porque mis problemas del día a día con el Congreso parecen razonablemente pequeños”. Ambientada durante la Revolución Cultural, el libro sigue a la astrofísica Ye Wenjie, quien, desesperada por el estado del mundo, invita a unos alienígenas a la Tierra para arreglar el caos que la humanidad ha sembrado. Esto va tan bien como cabría esperar.
Hao Jingfang, Folding Beijing (2012, edición en inglés de 2015). Jingfang ganó el Premio Hugo de 2016 al mejor relato describiendo una ciudad tan superpoblada que la gente está estratificada en tres clases que tienen estrictamente prohibido mezclarse. Cualquier parecido con la polarización económica en el Pekín contemporáneo, etc, etc…
2.- Afrofuturismo
El género no es nuevo de ninguna manera, pero tras el estruendoso éxito de Pantera Negra (2018) es un imaginario esencial a destacar.
Como la ciencia ficción china mencionada arriba, el afrofuturismo proporciona un nuevo centro de gravedad a la ficción especulativa, alejada del anglocentrismo blanco de la ciencia ficción tradicional y gran parte del ciberpunk. Puede ser descrito a grandes rasgos como la noción de que “hay gente negra en el futuro”, tal como Florence Okoye lo expresó en la serie sobre el afrofuturismo de How we get to Next de 2016, pero hay implicaciones específicas por ser este un futuro levantado sobre un terreno cultural diferente a nuestro presente. Estos son mundos centrados en la historia, cultura y cosmologías africanas y de la diáspora. Muchos escritores (nada menos que la madre del género, Octavia Butler) exploran historias alternativas, y mezclan la ciencia ficción con la fantasía para crear nuevos futuros imaginarios; no sólo para la vida negra actual, sino para las vidas de todos.
En 2013, Alondra Nelson y Reynaldo Anderson buscaron impulsar la definición del género hacia un Afrofuturism 2.0. En The Black Speculative Art Manifesto, del que publicamos un extracto aquí en Next en enero de 2016, Anderson escribió:
Los eruditos, artistas y activistas negros orientados al futuro no sólo están reclamando su derecho a contar sus propias historias, sino también a criticar a la clase digirata (cruce de digital y literata) europea/americana blanca por sus narrativas sobre el pasado, presente y futuro de otros, y desafiando su presunta autoridad a ser los únicos intérpretes de las vidas y futuros negros.
El Afrofuturism 2.0 va más allá de la ficción para devenir una forma de mirar a la ciencia y a los estudios científicos, como en el propio estudio de Nelson sobre la industria de pruebas genéticas, The Social Life of DNA: Race, Reparations, and Reconciliation After the Genome. Es también una manera de examinar las humanidades, crítica teórica y estéticas digitales. El afrofuturismo y sus manifestaciones africanistas “se solapan alrededor de lo especulativo y lo diseñado, e interactúa alrededor del nexo de la tecnología y la ética”.
En Febrero de 2016, How We Get To Next publicó un mes entero de artículos sobre este tema; así que échales un vistazo, especialmente las listas de lectura y música de Florence Okoye. Limitándonos a la ficción, aquí tenéis tres libros que merecen vuestra atención.
Qué leer:
N.K. Jemisin, La Quinta Estación (2015). Jemisin ha ganado unos extraordinarios tres Premios Hugo y ha cambiado el contorno del establishment de la ciencia ficción en el proceso. La trilogía empieza con La quinta estación, ambientada en un supercontinente llamado La Quietud, que está sufriendo una “estación” de cambio climático catastrófico. En el discurso de aceptación del Hugo de 2018, Jemisin dijo: “Para alguno de nosotros, las cosas han sido siempre duras, y escribí la trilogía de La Tierra Rota para hablar de esa lucha, y de lo que hace falta para vivir, no ya prosperar, en un mundo que parece determinado a romperte”.
Nisis Shawl, Filter House (2008). Una colección de catorce historias cortas entretejiendo el futuro y la fábula, dioses africanos del engaño y el extractivismo colonial, dragones y viaje espacial. Ursula K. Le Guin alabó la variedad de la colección, que va “de las exóticas, barrocas complejidades de En los sombreros de Ajala a la cruda, pureza de cuento popular de Las cuentas del rosario de Ku”.
Nnedi Okorafor, Who Fears Death (2010). Onyesonwu es una joven mujer de la tribu oprimida Okeke en un mundo saharo-africano. Ha sido rechazada por su gente por ser hija de una violación, pero a medida que crecen sus poderes de hechicera y viajera-espíritu, lidiar con la naturaleza, la tradición, la historia y el amor, no sólo salvará su vida, sino también la de su pueblo. Okorafor ganó el World Fantasy Award con esta novela, y George R.R. Martin compró la opción para una serie en HBO.
3.- Futurismo del Golfo
Un concepto radical, controvertido, referido tanto a la estética “hiperdesarrollista” de la arquitectura de la región (“Las fantasías de Blade Runner de los príncipes del petróleo”, como Natalie Olah lo definió en un artículo en Vice en 2014) y a la crítica de la misma. Escribiendo para Dazed en 2012, las artistas Sophia Al-Maria y Fatima Al Qadiri describen cómo “los temas e ideas del Futurismo del Golfo emergen: el aislamiento de los individuos vía la tecnología, riqueza y el Islam reaccionario, los elementos corrosivos del consumismo sobre el alma y de la industria sobre la Tierra, el borrado de la historia de nuestras memorias y nuestros alrededores y, finalmente, nuestra mareante llegada colectiva a un futuro para el que nadie estaba preparado”. Las obras de Al-Maria y Al-Qadiri bullen con imágenes de centros comerciales, TV satélite y videojuegos; la materia de la vida adolescente, un mundo visto a través de una pantalla, siempre mediatizado.
Como el vaporwave, el género musical de mediados de la década de 2010 con la que Al-Qadiri también está asociada, el Futurismo del Golfo tiene una relación ambivalente con el hipercapitalismo; hasta cierto punto lo está parodiando, pero en última instancia, sólo está deslumbrado. El escritor y crítico Rahel Aima –que prefiere el término “Futurismo Khaleeji”, enfatizando su arabidad– lo critica por esto:
El Futurismo del Golfo no ofrece una imaginería nueva que desplace las hegemónicas en el poder, levantando en su lugar el andamiaje para reproducir las injusticias, la degradación estructural y los borrados raciales del presente. En lo que a etnofuturismos se refiere, se siente como que falta algo, también. ¿Dónde está la nostalgia, el desplazamiento, la imposibilidad de retorno? ¿Dónde está el afgano, el filipino, el indio, el iraní, el somalí, el pakistaní, el bangladesí, el iraquí, y todos los otros árabes no-Khaleeji sumidos en un cuerpo moreno patologizado? […] En la base, el Futurismo del Golfo es “plus ça change futurismo”, todo envuelto en lo que un amigo ha nombrado “campos de fuerza volante de neo-arabismo”. […] ¿cómo puede ser ciencia ficción sin justicia social?
Qué consumir:
El Futurismo del Golfo no ha producido en realidad novelas como tal. En su lugar, revisad esto:
Sophia Al-Maria, The Gaze of Sci-Fi Wahabi (2008). El libro fue una edición limitada, pero videos y ensayos están todavía en scifiwahabi.blogspot.com y son el mejor recurso para entrar en el proyecto.
Fatima Al Qadiri, Desert Strike EP (2012). En 1991, Irak invadió Kuwait y una coalición liderada por Estados Unidos luchó en a Operación Tormenta del Desierto. Un año después, Al Qadiri compró una copia del juego de consola Desert Strike: Return to the Gulf, basado en la misma guerra que ella acababa de vivir. El tiempo colapsó, la realidad se volvió borrosa, y veinte años después, hizo un frío EP electrónico sintetizando el terror y la infancia, la guerra y los juegos, inspirada por el futurismo militarista de los inicios del grime.
Reza Negarestani, Cyclonopedia: Complicity with Anonymous Materials (2008). No había recordado siquiera que esto era una novela –así es de extraño. Irán no es un “estado del Golfo”, pero Al Qadiri y Al-Maria caracterizan a la historia especulativa (o teoría-ficción) rompedora de géneros del filósofo iraní Negarestani como una lupa sobre el horror del petróleo, las máquinas de guerra y el desierto. Extraordinaria y brillante.
4.- Ficción Climática (“Cli–Fi”)
Todas las novelas que se escriben ahora deberían ser novelas del cambio climático a menos que sean fantasía en alguna manera. Las novelas realistas que no tienen el cambio climático como parte del paisaje contemporáneo son fantasías, novelas de género.
Así habla la autora Jane Rawson, en conversación en 2018 con Ben Brooker sobre la literatura australiana.
De forma similar, el teórico McKenzie Wark ha escrito sobre la “Obsolescencia de la novela burguesa en el Antropoceno”. Esto es, “el cambio climático excede lo que la forma de la novela burguesa puede expresar”. Recomienda la “cli-fi” como un género, aunque destaca que “incluye algunos libros bastante terribles”, tales como Solar, de Ian McEwan, en el que “el colapso inminente de la civilización industrial” está imprimido sobre el más literario de los tópicos, “los problemas de un hombre blanco de mediana edad con su pene”.
Las mejores opciones incluyen:
Margaret Atwood, la trilogía MaddAddam (comenzando con Oryx y Crake, publicada en 2003).
La pandemia “Diluvio sin agua” ha exterminado a la población humana y el último hombre en pie, conocido como Hombre de Nieve, debe partir en un viaje ayudado por los Hijos de Crake, la gentil raza modificada genéticamente que ha heredado esta exuberante Tierra neo-selvática.
Cormac McCarthy, La carretera (2006).
El cambio climático no se menciona en realidad en esta novela. Es simplemente apocalíptica: algo ha reducido el planeta Tierra a una roca muerta en el espacio y los humanos –y su humanidad– han sido terriblemente destruidos. Es un libro sobre supervivencia, salvajismo y sufrimiento, y la terrible fragilidad del barniz de la civilización. El autor Andrew O’Hagan la llamó “la primera gran obra maestra de la generación globalmente cálida”. La adaptación cinematográfica de 2009 me enfadó como nada que haya visto en mi vida y nunca, jamás, quiero verla otra vez.
Barbara Kingsolver, Flight Behavior (2012).
“¿Cómo vivimos», pregunta Kingsolver, «y con qué consecuencias, mientras nos lanzamos al abismo en estos tiempos de épica transformación planetaria?” escribe Dominique Browning en su reseña para el New York Times. La inquieta ama de casa de Tennessee Dellarobia Turnbow encuentra el valle detrás de su casa lleno de millones de mariposas monarca, desplazadas de su típica migración invernal en México. ¿Sobrevivirán al frío invierno de Tennessee?
Los dos siguientes movimientos de ficción especulativa son subgéneros de la Cli-Fi, pero sin embargo fascinantes y suficientemente distintivos por propio derecho para ser contados en pie de igualdad a la Cli-FI para los propósitos de esta guía. Empezamos por el inesperadamente optimista.
5.- Solarpunk
¿Qué aspecto tiene “la buena vida” en una sociedad en situación estable, sin crecimiento, totalmente sostenible?
Según On The Need for New Futures, un artículo de 2012 en Solarpunk.net, esa es la pregunta que este movimiento –que funde ficción especulativa, arte, moda y ecoactivismo– busca responder. En la misma entrada, los anónimos fundadores del solarpunk advierten, “Estamos hambrientos de visiones del futuro que nos nutran y den algo por lo que tener esperanza”. Sin embargo, ¿y si soñáramos diferente? ¿Y si intentáramos responder a la pregunta particular: qué aspecto tiene una civilización sostenible y cómo podemos llegar allí?
Cómo Olivia Rosane lo formula: ¿y si intentaramos “cancelar el apocalipsis”?
Qué leer:
Kim Stanley Robinson, la Trilogía de Marte (comenzando con Marte Rojo, 1992).
“Siempre he escrito utopías de ciencia ficción”, dice Robinson. Él es uno de los mejores constructores de mundos de la ciencia ficción contemporánea, y estas historias de terraformar Marte son superdetalladas, tanto técnica como sociopolíticamente. Describen un futuro en el cual los humanos tal vez sean capaces de alcanzar un equilibrio con el ecosistema.
Cory Doctorow, Walkaway (2018).
Esta es bastante menos utópica que la obra de Robinson, pero quizás, sutilmente, tan esperanzadora. En un mundo devastado por el cambio climático y totalmente capturado por el poder empresarial, la mayoría de la gente vive depauperadas vidas de trabajo en ciudades “Fallidas”. No obstante, la impresión 3-D ha creado la post-escasez, y así el trío de personajes de Doctorow simplemente secesiona y se marcha, adentrándose en las tierras en medio, y empieza a reconstruir el mundo. “El punto de Walkaway son los primeros días de una nueva nación”, dice uno.
Echad un vistazo a Sunvault: Stories of Solarpunk and Eco-Especulation (2017, Ed. Phoebe Wagner y Brontë Christopher Wieland), la primera colección en lengua inglesa de ficción solarpunk. Para historias de Brasil y Portugal, tenéis Solarpunk: Ecological and Fantastical Stories in a Sustainable World (2014/ edición en inglés 2018, Ed. Gerson Lodi Ribeiro).
También, medium.com/solarpunks tiene más ensayos y entrevistas.
6.- Thrillers de Crisis del Agua
Si te quedas sin agua, te quedan justo 100 horas de vida, afirma el Dr. Claude Piantadosi de la Universidad de Duke. Esto presta una tensión particular a las novelas de ciencia ficción sobre sequía y crisis del agua.
El escenario que exploran apenas lo podemos llamar «futuro». A principios de este año, Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, evitó por poco el “Día Cero”, el punto en que las reservas de agua de la ciudad hubieran caído a un nivel crítico y las autoridades habrían tenido que cortar el suministro a cuatro millones de personas. UN Water informa que la tercera parte de los mayores sistemas de aguas freáticas están ya en apuros, y que para 2030 la escasez de agua en lugares áridos y semiáridos desplazará hasta 700 millones de personas.
Un puñado de escritores y películas de ciencia ficción está explorando esta inminente realidad.
Qué leer:
Claire Vaye Watkins, Gold Fame Citrus (2015).
No ha llovido en Los Angeles desde hace años. Huyendo de vigilantes, Luz, Ray y un extraño niño llamado Ig se aventuran en las extensas, siempre cambiantes arenas del mar de dunas de Amargosa, persiguiendo rumores de un pueblo imposible y un “profeta” que busca agua con una vara. Extraños ecos del culto a Manson aparecen en la historia –los padres de Watkins se vieron envueltos en él en los 70.
Paolo Bacigalupi, The Water Knife (2015).
Arizona se ha convertido en el nuevo Dust Bowl y los estados del Suroeste devastados por la sequía han formado milicias y cerrado sus fronteras: Angel Velazquez es un ex–miembro de una banda convertido en un “cuchillo de agua”, llevando a cabo operaciones clandestinas para la corrupta Autoridad del Agua de Nevada del Sur, atrapado entre los intereses empresariales que están construyendo enormes complejos de lujo y los coyotes que llevan gente de contrabando hasta la seguridad de California.
Benjamin Warner, Thirst (2016).
Es un sofocante día de verano en los suburbios de Washington, D.C.; cuando Eddie Chapman abre el grifo, no sale agua y las comunicaciones y la energía están caídas, también. ¿Qué harías tú? ¿Cómo sobrevivirías? Nadie en esta novela lo sabe realmente y los personajes oscilan entre los deseos comunales de ayuda mutua y un instintivo, aterrado esfuerzo por la auto-preservación.
Otros clásicos de este microgénero incluyen la novela de J.G. Ballard The Burning World (1964, luego retitulada The Drought), así como las películas Tank Girl (1995) y Mad Max: Fury Road (2015).
7.- Distopía de fregadero
Creo que la llamaría «distopía de fregadero», en el espíritu del drama inglés de los sesenta. Así es como pienso en ella cuando trabajo en ella. Pero el sentimiento cotidiano es el mismo.
— Madeline Ashby (@MadelineAshby) 9 de septiembre de 2018
Piensa en este microgénero como “futuros mínimamente especulativos”, si lo prefieres: una modalidad de narración que parece completamente mundana y normal hasta que algo va un poquito mal. El escritor de ficción Brendan C. Byrne lo llama “la degradación diaria del Capitalismo Super Tardío”.
Qué leer:
Madeline Ashby, Domestic Violence (2018).
“No podía salir de la casa”, dice un personaje. “La casa –bueno, es decir, el piso– no me dejaba. La puerta no se abría”. La historia corta de Ashby sobre una tecnología de casa inteligente convertida en arma por maltratadores fue publicada por Slate tres meses antes de que el New York Times hiciera un reportaje sobre este tema como una realidad factual.
Tim Maughan, Flyover Country (2016).
La historia de Maughan para Vice describe un mundo de renta básica universal y iPhones hechos en América. En la Instalación Correccional y Manufacturera Conjunta Foxconn-CCA, Miguel sustituye los chips en móviles defectuosos. Es una historia elegante y tensa que Jeff Bezos podría leer para tomar notas sobre optimización de líneas de ensamblaje.
Chris McCrudden, Battlestar Suburbia (2018).
La novela debut de Ian McCruden, una aproximación gratamente ridícula a la “distopía de fregadero”, las máquinas mandan – no como superpoderosas IAs, sino como panificadoras sentientes, smartphones maquiavélicos y una peluquería móvil. Los seres humanos son ahora los sirvientes de los electrodomésticos, buenos para poco más que fregar suelos y un poco de flirteo con toqueteo de dial. Piensa en La Guía del Autoestopista al Catálogo de Sears y no estarás muy equivocado.
8.- Space Opera “Concienziada”
Un nombre ligeramente burlón éste, como sugiere Tim Maughan, autor de Flyover Country y de la inminente novela Infinite Detail (2019).
En la otra punta de la escala de las distopías de fregadero está este microgénero que presenta los elementos familiares de la ciencia ficción dura clásica –viajes espaciales más rápidos que la velocidad de la luz, futuros lejanos (como 20000 años de lejanos) y, por supuesto, alienígenas– con un giro sociopolítico contemporáneo.
Muchos de los escritores que ya hemos visto están ya trabajando a escala interestelar, incluyendo a N.K. Jemisin (ver más arriba el nº 2 ”Afrofuturismo») con su trilogía de la Tierra Rota, y Kim Stanley Robinson (nº 5, Solarpunk) con 2312.
Tres más para leer:
Ann Leckie, Justicia Auxiliar (2013)
El personaje principal es una nave de guerra, formalmente parte de una mente colmena IA, que está buscando venganza; así que la etiqueta “ciencia ficción dura” puede parecer ajustada. Sin embargo, es también un libro feminista, ambientado en un universo sin género (con pronombres femeninos por defecto), y está lleno de preguntas sobre la identidad, la individualidad y el libre albedrío, lo que lo hace bastante concienziado, también.
Leckie ganó el Hugo, el Nebula y el Arthur C. Clarke en 2014, convirtiéndose en el primer escritor en ganar los tres por el mismo libro.
James Tiptree Jr., (pseudónimo de Alice Sheldon), Up the Walls of the World (1978), y Brightness Falls from the Air (1985).
Las dos únicas novelas de Tiptree/Sheldon tratan de telepatía humana y especies alienígenas cerca de la extinción –y los temas del afecto interespecies, las atrocidades espacio-coloniales contra los habitantes indígenas y las consecuencias trágicas de sistemas socioeconómicos injustos.
China Miéville, Embassytown (2011).
En el planeta Arieka, una colonia de humanos vive junto a los Huéspedes, una especie tan extraña que su lenguaje no tiene capacidad para la abstracción o la mentira. Trágicamente, el contacto cambia esto, y los Huéspedes se vuelven contra la humanidad en la esperanza de exterminar la fuente de su corrupción. Es una novela sobre la hipótesis Sapir-Whorf, la naturaleza de la otredad y las Guerras del Opio.
9.- El New Weird
¡Tiempo para unos tentáculos!
No es realmente nuevo –el nombre lleva dando vueltas desde 2002– pero definitivamente es “weird” (raro). A diferencia de los otros subgéneros de ficción especulativa discutidos aquí, el New Weird bebe del horror sobrenatural tanto como de los lugares comunes de la fantasía y la ciencia ficción.
Los cuerpos a menudo no resultan ser del todo humanos… un personaje central puede ser un oso mutado. O tener un escarabajo por cabeza. Plantas y hongos tienden a ser capaces de hacer mucho más de lo que plantas y hongos se supone que son capaces de hacer. El tono es espeluznante e incómodo.
Textos definitivos:
China Miéville, La cicatriz (2002).
La estación de la calle Perdido (2000) puede haber iniciado todo este género, pero en mi opinión La cicatriz es la mejor lectura de las dos. Está ambientada en la vasta ciudad flotante pirata de Armada, entre los hombres-mosquito, cactus caminantes, criminales castigados a ser quirúrgicamente “rehechos”, y un satisfactorio y desconcertante elenco de monstruos (de los homicidas “grindylow” a los incomprensibles “avanc”). Los gobernantes, conocidos como los Amantes, se graban cicatrices a juego en la cara del otro– pero otra brecha en el espacio-tiempo aguarda.
John Langan, The Wide, Carnivorous Sky and Other Monstrous Geographies (2013).
Langan es conocido como escritor de horror, pero, de nuevo, la ficción especulativa no es sólo ciencia ficción. Esta colección de siete historias y una novela corta, Mother of Stone, toma tópicos clásicos de vampiros, hombres-lobo y zombis, y los pone cabeza abajo y les da la vuelta de dentro afuera de maneras inventivas y concienzudamente exasperantes.
Jeff VanderMeer, Aniquilación (2014).
La agencia científica del gobierno envía expediciones al Área X, pero tienden a desaparecer desagradablemente. Aniquilación juega con los miedos tanto de la zona de exclusión del Chernobyl en la vida real, como de la otredad radical de la naturaleza misma.
Fuente del original: Next – Medium.com, 17 de octubre de 2018.
Traducción de Juan Miguel de la Torre para Fundación Asimov.
© Fotografía: The NYU Dispatch